EDUCAR EN LA DIVERSITAT
Per Sara Sdelci
La polémica generada en estos JJOO 2024 es el resultado de una falta de educación en diversidad
Estos últimos juegos olímpicos nos han brindado una polémica que resalta significativamente la urgencia de educar en diversidad a la sociedad. Alrededor de la boxeadora Imane Khelif se ha generado infinidad de ruido, tanto en redes como en medios de comunicación tradicionales, algunos a causa de la ignorancia otros con ánimo de generar polémica y daño. Ciertamente con una sociedad más educada en la diversidad no hubiera habido una repercusión mediática de este calibre.
Intentemos, para empezar, establecer unos mínimos no discutibles sobre el argumento. Imane khelif es de Algeria, país donde formar parte del colectivo LGTBIQ+ llega a estar penado con cárcel. Nació con genitales femeninos y siempre se ha socializado como mujer. París 2024 no ha sido su primera competición importante, ha participado en otras olimpiadas y campeonatos mundiales y ha perdido, pues no ha generado debate.
Dejando estos aspectos claros, podemos adentrarnos en detalles para intentar elucubrar razones o explicaciones.
Varios aspectos de esta boxeadora la han hecho un objetivo de los conservadores y reaccionarios. Algunos de estos me provocan incomodidad incluso por el solo hecho de escribirlos, pero son clave para entender el argumento. Me refiero, por ejemplo, a que Imane no tiene un aspecto mujer-normativo. Esto puede hacer que personas con prejuicios no la perciban o incluso acepten como mujer. De aquí deriva la búsqueda de argumentos, claramente falsos, para poder encajar a la boxeadora en algún sitio de su limitado conocimiento.
La diversidad de la naturaleza deriva en la variedad de cromosomas
Muchos argumentos se han lanzado al aire:
– El primero entre todos ha sido que Imane fuera una persona Trans*.
– Después ha filtrado la noticia que Imane tiene cromosomas XY y que su cuerpo produce mucha testosterona. Es extraordinariamente triste ver cómo se usa el argumento de ser persona trans* para desacreditar a alguien, haciendo resaltar una transfobia latente en la sociedad.
Incluso en países donde existen derechos LGTBIQ+ parece que las personas del colectivo no puedan destacar en positivo, siempre se han de quedar atrás. Igualmente, ya que Imane no es una persona trans, vamos a hablar del caso en concreto.
Usar sus cromosomas sexuales como argumento se debe, en primer lugar, al desconocimiento de la existencia de personas intersex. Comúnmente, se da la correlación genotípica/fenotípica que todos conocemos: una persona con cromosomas sexuales XX presenta genitales femeninos, mientras que una persona con cromosomas sexuales XY presenta genitales masculinos. Esta correlación es lo más común pero no es la única opción. La diversidad de la naturaleza deriva en que haya posibilidades donde una persona con cromosomas XY desarrolle órganos sexuales y/o genitales femeninos. Además de esto, hay personas que tienen más de dos cromosomas sexuales, mostrando variaciones como XXYY, XXX, XXXXY, etc.
Curiosamente, esta enorme variedad genética y fenotípica parece solo generar polémica cuando afecta los cromosomas sexuales y pone en duda el género de las mujeres. Los cromosomas sexuales son solo dos de los 46 que tenemos en cada una de nuestras células somáticas. Si es verdad que en estos dos cromosomas está codificada la información para muchos de los caracteres sexuales primarios y secundarios, también es verdad que la información para otras características, como por ejemplo la altura de una persona o la longitud de sus fibras musculares, no tiene nada que ver con ellos.
Es curioso entonces que deportistas hombres que puedan tener variaciones genéticas que les hace más altos, más fuertes o más rápidos se perciban como pináculos del deporte, personas excepcionales, agraciados de la fortuna, mientras que si al serlo es una mujer pues entonces será que es un hombre enmascarado.
Nunca se ha discutido sobre producción excesiva de la hormona del crecimiento que comporta la acromegalia de algunos jugadores de básquet, otorgándoles una altura superior a los 2,2 metros.
¿Alguien ha contemplado si estas personas pueden competir con personas que tengan una altura más normativa?
Nunca hubo polémicas sobre si un nadador con el síndrome de Marfan, que provoca que las extremidades y dedos sean más largos, podía o no participar. Este nadador ganó 73 medallas, récord absoluto en un atleta olímpico. Aun así, nadie lo acusó de tener una ventaja. Nunca se pidió una “explicación genética” sobre cómo era posible que un ciclista tuviera 27 pulsaciones por minuto. En LAS atletas es diferente, la percepción cambia, no hay celebración, hay discriminación, sospecha y acusación. Caster Semeya y Dutee Chand, mujeres cis con hiperandrogenismo, producen más testosterona de lo común en una mujer cis y por ello han sido apartadas de competiciones. Así que nos quedamos que mucha testosterona en una mujer es mala, pero mucha hormona del crecimiento en un hombre es buena.
Otro ejemplo sería el de la española Martinez Patiño, apartada del atletismo cuando en un análisis de sangre vieron que tenía el genotipo XY, resultado que provocó que fuese repudiada por la federación de atletismo. Solo se le permitió su regreso cuando demostraron que tenía una variación genética que la hacía inmune al efecto de la testosterona. Esta variación es la causa de su fenotipo femenino y alegaron que, de hecho, estaba en desventaja respecto al resto, pues nunca podría doparse con testosterona.
Con estos pocos relatos podemos ver como parte de la sociedad tiene una idea muy restrictiva de lo que es una mujer. Para poder acabar con estas absurdidades y no exigir un expediente genético a cada persona que compita tenemos que solicitar recursos y protocolos para educar las futuras generaciones en la plena diversidad. También porque, más allá de la genética y los cromosomas, mecanismos de biología molecular muy complejos y entrelazados modulan nuestros fenotipos y dicho expediente genético sería totalmente insuficiente.